-Ese nombre de Miau se lo encajaron a tu abuela y tías en el paraíso del Real, es a saber, porque parecen propiamente tres gatitos. Es que son ellas muy relamidas. El mote tiene gracia. Sintió Luis herida su dignidad; pero no dijo nada. -Ya sé que esta noche van también al Real -añadió la aparición-. Hace un rato les ha llevado ese Ponce los billetes. ¿Por qué no les dices tú que te lleven? Te gustaría mucho la ópera. ¡Si vieras qué bonita es! -No me quieren llevar... ¡ bah!... (desconsoladísimo). Dígaselo usted. Aun cuando a Dios se le dice tú en los rezos, a Luis le parecía irreverencia, cara a cara, tratamiento tan familiar. -¿Yo? No quiero meterme en eso. Además, esta noche han de estar todos de muy mal temple. ¡Pobre abuelito tuyo! Cuando abra la carta... ¿La has perdido? -No, señor, la tengo aquí -dijo Cadalso, sacándola-. ¿La quiere usted leer? -No tontín. Si ya sé lo que dice... Tu abuelo pasará un mal rato; pero que se conforme. Están los tiempos muy malos, muy malos...